miércoles, 17 de septiembre de 2008

Dejar a Dios

Eduardo Salas A.


Mi convento, mi casa, mi hogar,
son las calles donde te encontré
=donde el hambre, el frío, el dolor,
no te dejan crecer ni vivir=.
Mi esperanza, mi norte, mi amor,
son el verte jugar y reír,
=y vencer a la noche y al mal
la condena que te hacen sufrir=.

Señor de nuestra historia
escondido en cada pobre,
Señor de nuestra vida
que nos llamas a vivir.
Señor, nuestra alegría,
nos envuelves en tu amor
amigo de cada pobre
nos esperas al final.

He dejado el templo al venir
y pendiente está mi oración
=he escuchado mi nombre en tu voz,
tu dolor que me anima a ser fiel=.
No pretendo ser más de quien soy,
no procuro mi alma salvar,
=no me basta el amor a mi Dios,
mientras tú no lo puedas amar=.


He gozado el favor de mi Dios,
ha posado sus ojos en mí,
=y mi postro humilde a sus pies,
sumisión, pequeñez, gratitud=.
Me ha elegido a servir, a vivir,
construir nueva fraternidad,
y unirme a la voz de los pobres,
y clamar hasta hacernos oir=.

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