Eduardo Salas A.
Las manos trabajadoras
que pintan la creación
con fuerza, sudor y llanto
van tejiendo dignidad;
son manos que por la tarde
fuego, abrigo y calor,
alimento y ternura,
sabor y amistad,
son manos que en el cansancio
se unen para festejar.
Manos que acogen la vida,
manos que acogen a un Dios,
manos de mujer sencilla,
manos de liberación,
son manos de Bonifacia,
son las manos del querer.
Las manos que en el silencio
construyen la igualdad,
las manos que en sus intentos
animan fraternidad,
son manos que no se cansan
cuando hay que reclamar,
son manos que no claudican
por buscar la unidad,
son manos que nos ofrecen
a un Dios para festejar.
martes, 16 de septiembre de 2008
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